En el Dojo

 


"Aquel que pueda hacer de sí mismo, un vacío, en el que los otros puedan entrar libremente, llegará a ser maestro de todas las situaciones."

 

Lao -Tse


Esta semana la entrada va a tener un carácter más personal, pero relacionado con la práctica de Aikido, en mi caso, pero que creo que puede servir para el resto de hermanos y hermanas practicantes de las Artes Marciales. Hace unos 10 días leía en la revista Cinturón Negro una introducción que Avi Nardia, uno de los grandes instructores de Kapap Krav Magga, hacía del nuevo libro de Alfredo Tucci. En esa introducción el Maestro Nardia alababa la capacidad como Sensei, como guerrero y como ser humano de Alfredo Tucci, al mismo tiempo que hacía una reflexión mencionando que estas cualidades, virtudes, no las veía en muchos de sus alumnos. Por lo que entendí el Maestro Nardia se encuentra en una fase del Camino donde te das cuenta que has dedicado tu tiempo a enseñar a otras personas que con el paso de, justamente eso, el tiempo han menospreciado ese regalo que les distes. 


El tiempo es nuestro verdadero tesoro. Cuando somos jóvenes derrochamos un montón de tiempo pensando que la Muerte no nos alcanzará...el Final se ve muy lejano, pero conforme vamos cumpliendo años el tiempo parece aumentar su velocidad y los años empiezan a pasar rápido, demasiado rápido. Si llegas alcanzar la medianía, los 50 años, entonces te vuelves más consciente de que te queda menos tiempo del que ya has vivido, y las obligaciones voluntarias que contrajimos en el pasado empiezan a verse desde otra perspectiva. 

 


Todos esos sueños, esas ambiciones que atesorábamos y perseguíamos con tanto ahínco de repente empiezan a perder su sentido, y volvemos la vista a nuestros inicios primigenios que estaban llenos de ilusión, curiosidad, fascinación por algo diferente a lo conocido, y seamos justos, grandes cantidades de ignorancia. De repente las ambiciones desaparecen y nos encontramos practicando como uno más. Hemos dejado de ser un referente pero lejos de sentir tristeza reencontramos la alegría que en algún momento o situación del Camino habíamos dejado atrás. Empezamos a valorar el tiempo que dedicamos a nuestro entrenamiento, y también valoramos como deberíamos haberlo hecho siempre, el tiempo que valoramos con nuestra familia. En cierta manera encontramos un equilibrio entre nuestra vida personal y la vida que compartimos con los demás.

 

Pero todo tiene un precio, nada es gratis en esta  vida, por mucho que algunos se empeñen en vendernos la moto. El precio de esta recuperada libertad, el precio de no estar tan atado a las voluntades de los demás conlleva pasar por situaciones que antes nos parecían angustiantes, y que ahora tras un par de años, en mi caso, viviéndolas han resultado ser reconfortantes y llenas de grandísimas lecciones, las cuales han servido para que muchas pajas mentales desaparecieran, y la Humildad verdadera que no la de postureo apareciera.




Ahora entiendo lo que significa estar agradecido, estar agradecido por esta Vida, estar agradecido por la familia que tengo, estar agradecido por conocer a personas que me tienden su mano y me permiten seguir transitando por el Camino, estar agradecido de poder compartir más tiempo con los míos y menos con aquellos que buscan otras metas. 


El horizonte lejos de verse más claro continúa siendo incierto, pero esta inseguridad, este no saber qué cojones pasa ya no me deprime y me echa por tierra. Consciente de mis limitaciones, consciente de que no sirvo para cosas a las que antes tenía tan claro que sí servía, consciente de mi mortalidad, consciente de mi pequeño impacto en esta Vida. Pero aún así lleno de ilusión por seguir haciendo cosas, por seguir intentando dejar un pequeño legado que tal vez no sea recordado por nadie, pero embarcado en hacer cosas que me mantienen vivo por dentro. 

 

La Soledad puede ser terrible, abrumadora, más aún cuando te encuentras en situaciones donde su presencia se hace aún más palpable, pero si pasas ese envite, si superas esa primera sensación te reencuentras contigo mismo, y cuando pasa la situación aprendes un poco más de ti. Dejas de ver el Mundo como algo hostil, dejas de ser tan crédulo ante las palabras y promesas de los demás, aprendes a vivir con algo más de calma sabiendo que allá donde vayas tus armas, las que están en tu interior, viajan contigo. 


Una lección aprendida en el Dojo.





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