Por la noche
Camino,
deambulo de madrugada,
mareado,
cansado,
con mis ojos enrojecidos por la falta de sueño.
Camino,
y lucho,
lucho contra la necesidad de dormir,
contra mi propio cuerpo que me pide a gritos que me eche a dormir.
Camino,
deambulo,
cerca de la playa,
con el ruido de las olas como única compañía,
con las luces de los barcos varados más allá del horizonte,
camino,
y lucho contra mí,
¿contra quién si no?
Cada vez cuesta más,
cada vez el Camino se vuelve más borroso,
cada vez cuesta más no perder la fé.
Todo parece desaparecer,
mientras doy cabezazos conduciendo,
mientras muevo la cabeza de lado intentando sacudirme el sueño,
pero ¡cuesta tanto!
Nada lo remedia,
sólo puedo seguir aguantando,
y en ese aguantar,
en esa pérdida de la Realidad,
algo sucede,
algo casi mágico,
el Silencio trae una lección,
una enseñanza,
un mensaje de esperanza.
Llega la mañana,
llega un nuevo día,
llega una nueva oportunidad,
para seguir luchando,
para seguir intentándolo,
para seguir avanzando,
para sobreponerme a las injusticias de la comodidad de los demás,
y en ese transitar,
encuentro a otros inmersos en una lucha parecida.
Somos parias,
somos los olvidados pero reclamados,
para hacer lo que los demás no quieren,
para hacer lo que a los demás no les apetece,
elegimos servir,
servir a los demás,
aunque los demás se olviden de nosotros.
Camino,
deambulo,
luchando contra el sueño,
luchando contra el cansancio,
luchando contra mi.
Ahora,
esta noche,
y la siguiente,
y la siguiente...
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