¡ Albacete que no es poco !
"Lo primero y principal,
ir a misa y almorzar,
y si corre mucha prisa,
almorzar y luego ir a misa"
Dicho popular de Albacete
Sonaba el despertador a las cinco de la mañana. Afuera la noche seguía presente acompañada de un manto de humedad que dejaba el suelo húmedo y resbaladizo. Sin dudar ni un segundo, y con el temor a quedarme dormido me levanto para apagar el despertador. Durante unos segundos me debato entre quedarme de nuevo en la cama o lavarme la cara y los dientes. Opto por la segunda opción, despierto a mi hija pequeña que viene conmigo y diez minutos después estoy en la calle paseando a mi perra. Mientras paseo los ecos del día anterior resuenan en mi cabeza: trabajar mañana y tarde, el viaje a Valencia para recoger a mi hija del aeropuerto, el retraso del vuelo, el momento en que me toman por gilipollas, mi posterior cabreo saliendo de la zona de llegadas para salir al exterior del aeropuerto con los puños apretados, golpear uno de los pinos del aeropuerto con las manos abiertas para descargar mi ira, la vuelta a casa, acostarme a la 1:30 de la madrugada....Paseo y miro el reloj sabiendo que queda poco para que llegue uno de mis compañeros de viaje. Subo, dejo a la perra en la cocina y me doy una ducha fría. Llega nuestro compañero, cargo las cosas en la furgo y nos vamos al Aikikan a recoger a los otros compañeros que vienen también al curso que nuestro Sensei Fernando, junto con los Sensei Sergio Torres y Guillermo Pérez dan en Albacete.
El camino por la autovía transcurre plácidamente y con una agradable conversación. Cuando queremos darnos cuenta ya hemos llegado a nuestro destino, y tras diez minutos deambulando con la furgo buscando un aparcamiento encontramos uno en la zona azul. Pagamos y sacamos las cosas de la furgo mientras nos dirigimos al Dojo de Aikido de Albacete. A unos doscientos metros del Dojo encontramos un bar donde sin pensarlo entramos a pegar un bocado antes de entrenar.
Al llegar al Dojo nos encontramos con los Sensei y con otros Sensei como Ricardo Ledesma y Ángel, a los cuales saludé dándoles un abrazo. Me cambié rápidamente y me metí dentro del Dojo. Habían hecho algunos cambios desde la última vez que estuve y ahora había una parte del Dojo destinada a la práctica de Choy Li Fut. No pude evitar sonreír al ver cuanto me recordaba a la Escuela donde tengo la fortuna de que me dejen enseñar el poco Aikido que se. Paredes amarillas, tatami de puzle de color azul....y lo mejor de todo, una barra para hacer dominadas. No dudé ni un segundo en subirme a la barra y hacer mis cuatro dominadas, de momento son las que hago, y cuando intenté hacerlas desde la posición de nuestro Señor y Salvador Jesucristo no pude hacer ninguna, me quedé colgado como un jamón que se secaba con el frío de la mañana manchega.
Terminadas mis chiquilladas alguien dio dos palmas indicando que el curso empezaba, así que todos nos sentamos en seiza y el curso dio comienzo.
Fue el Sensei Sergio Torres quién empezó las clases. Un trabajo distinto al que practicamos al lado de nuestro Sensei pero que proviniendo del mismo origen, las enseñanzas de Tamura Sensei, guarda sus parecidos. A modo personal el trabajo me resultó muy interesante, muy para dummies del Aikido como yo, un trabajo que puedo reconocer y que me ayuda a intentar entender un poco mejor lo que otros Sensei de más nivel tratan de enseñarnos. Algunos de los miembros de Castellón tuvimos la fortuna de salir como Uke en las explicaciones del Sensei Sergio. Un trabajo basado en el kihon, en los fundamentos de la práctica, de las técnicas, los cuales nos permiten que las técnicas funcionen con todo el mundo. Un gran trabajo no exento de dificultad, una lucha interna para realizar una versión más correcta de las técnicas.
Acabada la clase del Sensei Sergio llegó el turno de nuestro Sensei Fernando. Un trabajo más reconocible para nosotros pero no por ello exento de dificultad. La diferencia es que esta dificultad es más familiar ya que la encontramos siempre en las clases del Sensei. Un gran trabajo buscando primero el punto, momento de unión con uke, para luego, desde las caderas generar el movimiento que provoque el desequilibrio de Uke, algo fácil de decir pero que a la hora de llevarlo a cabo implica horas y horas de trabajo.
Lo fácil es siempre caer en el uso de la fuerza y lo difícil, como siempre, es desarrollar un trabajo donde mi fuerza, mi actitud no bloquee a Uke e impida que la técnica no se pueda hacer. Ese muro contra el que me choco en cada entrenamiento con mi Sensei...¡bendito muro!
Antes de terminar las clases de la mañana los Sensei procedieron a la entrega de los diplomas de Fukushidoin y de Shidoin que acredita nuestra asociación Aikikan España como representantes del Aikikai Hombu Dojo de Tokyo.
Recibimos la ducha y la comida posterior de buen grado, algunos comieron copiosamente, otros en cambio optamos por moderarnos sabiendo que el día aún no había terminado, pero lo más importante de todo fue el buen ambiente que reinó durante la comida.
A la hora de los cafés se celebró la reunión de la Asociación donde como punto interesante fue el hecho de saber que tendremos una página web.
La clase de la tarde empezó media hora más tarde de lo previsto y estuvo dirigida por el Sensei Guillermo Pérez. Era la primera vez que asistía a una clase suya. Mi impresión general fue buena, aunque en algunos momentos discrepaba no con ciertas indicaciones sino más bien con las formas de darlas. Tal vez sea por mi trabajo de encargado, donde de Lunes a Sábado tengo que relacionarme con una media no inferior a 45 compañeros de trabajo para indicarles el trabajo a realizar, pero si algo he aprendido de mi trabajo, es que las formas son muy importantes. Colocarte por encima de los demás no suele ser un buen garante de cara a realizar el trabajo. La humildad, el ser menos taxativo suelen ser mejores herramientas de trabajo. Pero con todo, el trabajo me pareció muy interesante.
El curso prosiguió con la clase de Sensei Sergio pero nosotros desafortunadamente tuvimos que volver a casa ya que se nos hacía tarde. La vuelta a casa fue como la ida, muy agradable, recordando anécdotas que nos habían sucedido durante las clases.
Llegamos a nuestra querida ciudad de noche, tal como la habíamos abandonado. La oscuridad nos envolvía de nuevo y nos permitía regresar a nuestros hogares mientras las enseñanzas de tres Sensei resonaban dentro de nuestras cabezas. Una cosa estaba clara...¡había que seguir entrenando!
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