2024, no es una historia del Futuro

 



" Estás lejos de casa, como yo.

Tú y yo somos iguales,

nos han hecho daño, traicionado.

Tú y yo conocemos el Miedo,

pero lo que más tememos...es a nosotros mismos"


Tarak de Rebel Moon


Año nuevo, ¿vida nueva? Algo que ya se ha convertido en típico de estas fechas es las innumerables listas de propósitos que la gente se marca con la entrada del nuevo año. ¡Esta vez sí! ¡Esta es la buena!¡Ahora sí que voy en serio! La lista de propósitos es igual de larga que variopinta, y son pocos los que cumplirán un 50% de esos propósitos. Lo terrible es cuando te preguntan a ti qué nuevos propósitos tienes y te limitas a mantenerte callado ¡¿Cómo?!¡No puede ser! Lo puedes empeorar más si encima dices que no te has propuesto nada nuevo ¡¿Pero tú estás mal, verdad?!¡¿Cómo que no tienes propósitos?! De nuevo la sensación de culpa flota en el ambiente y te sientes como un extraño, como un paria, ya que no cumples con lo previsto ¡Pero vamos a ver!¡¿Cómo que no tienes ningún propósito?!¡¿Tú estás vivo o tan solo eres una ameba que come, bebe, caga y folla cuando puede?!


Ante esta tesitura se presenta un nuevo año, un año más que celebro por el hecho de seguir vivo y poder seguir teniendo la posibilidad de trabajar para mejorarme a mí mismo. Pero al mismo tiempo soy consciente de mis limitaciones, soy consciente de que mi radio de actuación es muy pequeño, que juego con unos condicionantes donde los grandes avances no se van a producir, pero eso no impide que siga queriendo hacer las cosas de la mejor manera posible.



Mi impacto es pequeño, pero no por eso desfallezco en el intento. Como escribí en otra entrada del blog no todos podemos brillar con la misma intensidad, pero eso no significa que nuestro brillo no sea importante. ¡Al menos para mí lo es! Pero tampoco ha de condicionar nuestro brillo a los demás, si lo hace, ese brillo empieza a pervertirse, y lo que debería ser un faro en la Oscuridad termina siendo un agujero negro que lo absorbe todo con tal de mantener su fulgor.


En estos días de propósitos y buenas voluntades el Año que entra se asoma sin parecer distinto al anterior. El año pasado terminó con discusiones y reproches, sin haberlos buscado, y le fueron continuando otra serie de malas situaciones, algunas terribles, conforme avanzaba el Año. Pero no dejé de luchar, no dejé de intentar ser un poquito mejor. A ojos de los demás no habré hecho ningún avance, pero a los míos, mi pequeño avance es bastante.




Caminar, existir en un Mundo al que muchas veces no le encuentras sentido se convierte en sí en un propósito. En una época dorada para muchos de nosotros, con el alcance a unas comodidades que hace cien años eran impensables, no deja de sorprenderme cuantos personas desgraciadas me encuentro ya sea de manera física y próxima, o en la distancia y aparente cercanía del mundo virtual. Es la edad dorada de la literatura de auto ayuda. Miles y miles de personas buscando desesperadamente ser felices, pues con todo lo que tienen no lo son. Vivimos sobre estimulados, necesitamos más y más constantemente, y si alguno de nosotros se atreve a decir que tiene suficiente se convierte en el objeto de nuestra crítica.

¿En qué momento sentarnos a contemplar un amanecer dejó de bastar?¿En qué momento la rutina que adquirimos con  nuestro  entrenamiento de Aikido dejó de bastar?¿Cuándo llegará nuestra saciedad?¿Cuándo diremos ¡basta!¡Es demasiado!¡No quiero más!?¿Cuándo?¿Cuándo?



Y toda esta necesidad por lo inmediato está dirigida, manipulada por entes de personas que dicen ser nuestros amigos, que quieren que estemos conectados, que crezcamos juntos, que no paremos de desear, de querer, de alcanzar, de superar...más y más, más y más, más y más, ¡más y más!¡Hasta el Infinito y más allá!


Como Ulises en su vuelta a casa después de la guerra de Troya prefiero atarme a uno de los mástiles del barco y seguir avanzando por el Egeo hasta llegar a Ítaca, obviando los cantos de sirena que con falsas promesas de éxito, riqueza, bienestar me alejan de volver al lado de los míos. Mi mástil como todos estos años atrás sigue siendo el Aikido, el Camino que me permite volver a casa, el Camino que me permite vivir en paz. Los títulos, los reconocimientos carecen de sentido, carecen de valor, ya que es el entrenamiento el que nos proporciona las herramientas que necesitamos. Sin el entrenamiento todo lo demás está vacío, sólo es papel mojado.

 

Sin propósitos más allá de seguir entrenando, más allá de seguir buscando el Camino de vuelta a casa. Ante la opulencia del Mundo me mantengo como lo que soy...un humilde practicante de Aikido.



Feliz Año a todos, mucho ánimo y Fuerza para lo que está por venir.



Félix

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