El Reino del Polvo parte IV

 



 Sensei Chiba basó su sistema en un

contacto físicamente muy fuerte y una presión que impones sobre

tu compañero. En el Aikido tradicional, en contraste con los

deportes, el bagaje físico y la habilidad no son una parte integral de

la práctica.

El entrenamiento consistía en un calentamiento, el que duraba

unos pocos minutos, y el resto eran repeticiones de formas con un

compañero. Eso era todo. Sensei construyó, en el mundo del

Uchideshi, un culto del cuerpo fuerte. El entrenamiento era

físicamente agotador si querías que así fuera. Siempre habría una

forma de escapar a un ritmo más lento o doblar las reglas

levemente, pero el estrés y la presión de su lado era constante


Durante mi primera visita a San Diego, un grupo pequeño de gente

estaba preparándose para sus exámenes de dan69 (cinturón negro).

Como parte de la preparación, cada viernes, por un par de meses,

todo el grupo tomaba exámenes simulados que duraban dos horas

y media. Yo participaba del kenshusei (entrenamiento para

instructores) y, por supuesto, como Uchideshi participaba también

de estas prácticas. Recuerdo uno de esos entrenamientos en

particular: dos horas y media en suwari waza70, técnicas realizadas

de rodillas. Mi primer compañero de práctica se llamaba Ben y sólo

puedo recordar que tenía una gran cabeza calva. Inicié

dinámicamente con shomenuchi, un golpe hacia la cabeza desde

arriba, pero él no controló mi mano y golpeé su cabeza. Algo crujió

y un momento después caí con mi codo sobre su ojo. La zona del

hueso de la ceja fracturado, la sangre derramada. Alguien le cubrió

con hielo y yo fui regañado por uno de los asistentes de Sensei

Chiba.

“¡¿Qué sucedió?! ¡¿Por qué estás sentado?! ¡Ve y encuéntrate otro

compañero!”


Muchas veces

atravesamos lo que los corredores de maratón llaman un muro,

una crisis. No sé cuántas veces me levanté, no creyendo que

continuaría. En un punto, Sensei se levantó, se acercó a nosotros y

corrigió algunos errores que cometíamos. Yo era joven, fuerte, y

todavía no tengo idea de qué estaba hablando. Estábamos

separados por una niebla; no podía ver nada a través de ella.

Estaba simplemente agradecido de que me pudiera sentar.

Repentinamente, me di cuenta de que nunca me había relajado

tanto. Literalmente, sentí que mis órganos internos estaban

colgando de la fascia. Nunca me senté tampoco de forma tan

profunda en seiza. “Supongo que, finalmente, he relajado mis

músculos”, pensé. En ese momento, en los vapores del cansancio,

algún tipo de cofre se abrió dentro de mi cabeza con un gran

crujido. Recordé que, aparentemente sólo el esfínter rectal está

tenso durante toda nuestra vida. Relajé todo, probablemente

también el esfínter, me murmuraba a mí mismo.

Instantáneamente, por supuesto, decidí tensarlo nuevamente.

Estaba tan cansado que no sentía nada. Siguiendo, posteriormente,

un natural patrón de lógica, llegué a la conclusión de que

evidentemente había relajado mi esfínter. Me tomó un tiempo el

unir los hechos. Sensei Chiba estaba diciéndonos algo, situado a un

metro de mí, y sólo pensé una cosa, “estoy seguro de que me cagué,

solo que estoy muy cansado para darme cuenta todavía”. La

conclusión hacía sentido porque estaba goteando por el sudor. El

siguiente paso fue el comprobarlo organolépticamente.

Lentamente comencé a bajar mi mano, la cual puse por el corte

lateral de la hakama y seguidamente en la dirección a mi trasero.

Ahí la mantuve por un rato. Después, lentamente, llevé mi mano en

dirección a mi cara, fingiendo contemplación y profunda

concentración en las palabras de Chiba, las que no pude siquiera

escuchar. Probablemente me veía como un estudiante fascinado

por una lectura. En realidad, estaba oliendo mis dedos, revisando

si mi esfínter funcionó. En el límite de perder la conciencia, esos

humos de tontería desprovistos de lógica son una poderosa y

temible herramienta.


¿Qué recibes de este tipo de entrenamiento? De una forma

primitiva te muestra cuánto puedes llegar a hacer. Es un mensaje

básico. Después de sobrevivir tres horas de hacer caídas, no te

puedes quejar de una hora de entrenamiento




Sueño

Tan solo quería comer y dormir. Eso era todo. Siempre cansado,

agotado. Siempre hambriento. Nunca descansado. Era tan im-

portante para mí dormir, incluso por diez, quince minutos.

 Sensei Chiba sobre ser un uchideshi.


“Un Uchideshi es capaz de utilizar incluso cinco minutos para

dormir”, Sensei solía decir. “Un Uchideshi siempre está cansado,

hambriento, o somnoliento. Más frecuentemente, todas esas cosas

simultáneamente”.

Nos dormíamos en cualquier parte: en los pisos, alfombras,

colchonetas, bancos. Como sea. Solo en París, en una multitud. Yo

siempre necesité silencio para eso y el haber alcanzado un cierto

nivel de cansancio: el parloteo del resto me perturba. No obstante,

cuando cruzas un cierto punto, esos problemas dejan de existir.

Colapsarás en cualquier parte. Cuando el cuerpo y la mente

entienden que este loco caos de entrenamiento diario no finalizará

pronto, lo que te espera es un proceso de colapso.


Seiza

Todo dolor es malo, no obstante, no todos los dolores deben ser

evitados.”

Epicuro. Carta a Meneceo


Seiza es dolor. Seiza es una debilidad y una pelea contigo mismo.

Seiza les duele a todos. Es una de las posiciones más naturales

para un infante, que se arrodilla sobre sus pies. En la historia del

Japón, fue el resultado de estar frecuentemente en el tatami, la

posición fue también pasada a las artes marciales, desde el karate

hasta el Judo, Kendo o Aikido. Es una posición ceremonial que

significa el estar preparado para pelear. Una posición con la cual es

fácil para pararse mientras las manos permanecen libres. Seiza es

una posición formal en la cual las personas se sientan ceremonio-

samente al inicio del entrenamiento (keiko) y también mientras el

profesor muestra una técnica. Para la gente de occidente, esta posi-

ción es dolorosa después de solo unos minutos. Tú pierdes sensibi-

lidad en las piernas, sientes calambres, tus pies sufren. Mientras

más tiempo permanezcas quieto, el dolor es más grande.


 Es proba-

blemente por esto por qué, para Sensei Chiba, esta posición fue

una de las herramientas básicas de enseñanza. Cada campamento

de verano concluía con una sesión de preguntas y respuestas, lo

cual era odiado por los uchideshi. Cien o doscientas personas sen-

tadas en seiza sobre suelo de madera alrededor de Sensei (el tatami

ya estaba sobrepoblado) y él, por una hora o dos, contaba historias

y respondía preguntas.

“Siéntense cómodamente”, él diría después de algún tiempo, son-

riendo.

Los invitados de fuera de nuestra escuela y practicantes principian-

tes confiadamente cruzaban sus piernas y se sentaban cómoda-

mente. Los antiguos intercambiaban sonrisas amargas, ya que el

juego estaba por comenzar. Las personas más cercanas a él se sen-

taban justo al lado suyo y hacían lo que podían para no moverse.

Parecía que él podía notar cada movimiento de incomodidad. Cada

vez que me apoyo recuerdo aquellas sesiones atravesando una nu-

be de nauseabundo dolor. Puedo recordar todas las veces cuando el

calambre me derrotaba y por un segundo me sentaba de piernas

cruzadas, temblando con satisfacción. Dios sea mi testigo que sus

ojos instantáneamente me atrapaban como un buitre hambriento.

Recuerdo el dolor al borde del desvanecimiento o vomitar. Después

de una semana de caer y proyectar por cinco, seis horas cada día,

todo duele el doble.

¿Cuánto tiempo puedes sentarte así? Aparte del infierno de

Ichikukai75, en que por cuatro días te sientas de esta forma por

alrededor de treinta horas, lo peor para mí son los exámenes.

Pueden durar hasta por cuatro horas, y como líder no puedes

esperar que tus estudiantes superen el dolor si tú no eres capaz de

eso. Al mostrar debilidad, les permites hacer lo mismo. Y forzarlos

a hacer algo que tú mismo no haces, cometes el pecado esencial de

un profesor. No envías a un estudiante en una travesía que tú

mismo no pudiste acometer. Seiza es una señal física de un orden y

disciplina.




Zazen

El cuerpo ha obtenido un equilibrio. Respira hondo e inclínate a

la derecha y a la izquierda. Concéntrate, siéntate inmóvil y el

pensamiento se volverá impensable”.

Dogen


El veneno y la medicina

Sola dosis facit venenum

Paracelso


Tomado en exceso, una dosis de medicamento se convierte en

veneno. Escuché a Chiba pronunciar esta sentencia muchas

veces. Cuando quería llevar a mis estudiantes conmigo a Japón

para un entrenamiento muy duro, se enojó.

"Como maestro, primero tienes que hacerlo solo", explotó, "¡para

ver si para ti y tu gente esto será medicina o veneno!"

Cuando hablamos de sus antiguos estudiantes esparcidos por todo

el mundo que no se mantenían en contacto con él y que enseñaban

fuera de la organización, solía decir:

"Soy como la medicina. Si tienes una sobredosis conmigo, soy malo

para ti. Tuvieron suficiente.


La vida me sigue dando vueltas por todo el mundo y en varios

lugares me siento en pubs con una pinta de cerveza junto a la gente

que tocó a Chiba antes que yo. Una verdadera relación se puede

sentir inmediatamente. En un vistazo, en silencio, en un profundo

sentimiento de culpa por haberlo defraudado. Lo que también

aparece es resentimiento como hacia una mujer que te ha roto el

corazón, llegando tan profundamente pero sin respeto.

Las personas con pasión actúan instintiva e ilógicamente. Quizás

vio a una persona más como una criatura con debilidades.

"Sensei Chiba encontrará tu punto débil y te romperá. Te

destrozará en pedazos y te verá armarte. Te ayudará, si es

necesario, pero no lo hará por ti. Si no tienes suficiente fuerza para

recoger las piezas, te dejará destrozado y se irá. El mundo está

lleno de personas a las que rompió y que aún viven en el pasado".

Esto es lo que me dijo su primer uchideshi. "¿Sabes por qué

nuestra relación es tan intensa?", preguntó. "Porque nunca,

durante todos esos años, lo dejé entrar, nunca le di el todo. Lo

sabía, lo sentía, y lo volvió loco”.

Sensei era como una persona que buscaba ámbares en la playa.

Entre miles de trozos de vidrio y granos de arena quiere encontrar

un ámbar brillante. Agarra cientos de guijarros y perdigones en sus

manos, frotándolos, apretándolos; de vez en cuando se encuentra

con una piedra brillante. Mientras tanto, rechaza los desperdicios

sin valor, otros los convierte en polvo. En nuestro anhelo sin fin

por la plantilla perfecta de un humano, no dejamos espacio para la

debilidad. Nadie es perfecto, y esto es lo que más a menudo

buscamos en una fabricada relación con un maestro. Una etapa de

idealización y fascinación, como en el amor, se apodera de la

verdadera percepción, y sólo cuando se termina se puede tomar

una decisión real, porque sólo entonces puedes ver a una persona

real. Sensei murió. Se convirtió, para aquellos que no bebieron su

veneno, sólo en un símbolo. Un icono al que ahora haremos

malabares como hacemos con nuestra imagen de O'Sensei. Para

mis estudiantes sólo será un apellido, una placa en mi hombro.

Para mí es una cicatriz y algo que espero nunca dejar ir




Shomen

El Rey no luchó con el nudo por mucho tiempo. "No importa",

dijo, "de qué manera lo deshaces." Y con una espada cortó todas

las cuerdas. De esta manera o se burla del oráculo o lo ha cum-

plido.


Para mí, kiri-otoshi es una definición de la escuela de Sensei Chiba.

Es la esencia de su vida, carácter, deseos. Un segundo de magia,

pesadilla y verdad. Nos ponemos uno frente al otro. Nuestras

espadas se tocan en la punta y a través de este contacto siento el

más mínimo movimiento de los músculos del contrario. Con mi pie

izquierdo doy un paso adelante. Para mantener la distancia, él da

un paso atrás. Ambos levantamos nuestras espadas sobre nuestras

cabezas. Yo para exponer mis manos; él, para atacar y usar la

abertura. El oponente cierra la distancia y, mientras da un paso

adelante con el pie derecho, corta verticalmente a través de mis

manos y cabeza. Corta para matar. El poder de su corte proviene de

cientos de miles de repeticiones. Es el legendario corte shomen

(sobre la cabeza) que repetimos durante años y que se repite a

través de todo lo que hacemos: iaido, aikido, armas. Cuando el

corte cae, doy un paso atrás sin retirar mi cuerpo. Giro mi cadera y

la espada no alcanza mi cabeza por unos centímetros. Al mismo

tiempo, hago mi propio corte. Siguiendo casi la misma trayectoria,

la espada se encuentra con la espada de mi oponente y se desliza

hacia abajo a lo largo de ella. La diferencia de los ángulos desvía su

corte. Al final, mi hoja golpea fuertemente en la tsuba (guardia de

la mano) en la base de la hoja. La espada del atacante cae a un lado

y su cuerpo está completamente expuesto. Un hombre que realiza

cualquier forma se llama “Shidachi” y el atacante, “Uchidashi”.

“Uchidashi” trabaja en el corte, tiene que ser real y honesto


Shomen significa corte en la cabeza. Es un ataque dinámico básico

en el Aikido, que se refiere al trabajo primario con la espada.

Puedes reconocer a una persona por sus shomen, así como

reconoces a un caballo por sus dientes. Sólo tienes que levantar tu

espada y luego bajarla. Eso es todo. Este movimiento se repite con

el jo, con el bokken, la espada, y en las interpretaciones de la lucha

mano a mano en las artes corporales. Miles de veces. En el linaje

principal de nuestro arte, las armas se descuidan; debido a eso, las

analogías con la lucha con espadas son puramente teóricas. Me

inicié en este linaje, pero resultó que en el mundo de Sensei Chiba

las armas a veces se tratan más en serio que el arte corporal. Es en

el entrenamiento de armas donde se llega a conocer las letras y las

palabras con el fin de escribir poesía a través del arte corporal. No

puedes hacerlo al revés

Semanas, meses, años de pisar el mismo camino desgastado a

través del cansancio, con los músculos adormecidos y fatigados por

repetir el mismo ejercicio. La ira que sientes contigo mismo

emerge. Entiendes el mecanismo básico que te impulsa. Todos los

días te mueves confinado a los mismos pensamientos, saltando de

uno a otro como en los témpanos de hielo. El cuerpo se hace fuerte.

Cuanto peor es el shomen más fuerte físicamente es, porque un

movimiento que se supone que sucede por sí mismo es sacudido

por los músculos, como cuando se levantan las pesas en el

gimnasio. Necesitaba más y más repeticiones para que los

movimientos se hicieran naturales.

Pasaron cinco años y fui a San Diego unos meses cada año. Mis

visitas se hicieron menos frecuentes y más cortas a medida que

pasaba el tiempo. Al final, Sensei accedió a visitar Polonia. Era el

año 2007. Había doscientas personas en el tatami. El seminario ya

llevaba un par de días cuando, durante una clase de armas, Sensei

hizo lo mismo con uno de los profesores de Francia. Este tipo,

exactamente como lo hice hace cinco años, se desmoronó por

completo. En ese momento, estábamos practicando con

fukuroshinai. Vi todo el colapso emocional del profesor francés

desde la tercera fila, sentado en Seiza. Era una de las doscientas

personas en el tatami. Mientras lo miraba, toda la historia volvió a

mí: noches de insomnio, dudas e ira. De repente, todo se quedó en

silencio y la gente que me rodeaba desapareció. Sentí que mi

frecuencia cardíaca se aceleraba. Mi mano apretó

involuntariamente el arma y la apretó tan fuerte que el bambú

crujió. Sensei terminó con el francés y se volvió hacia la multitud.

Todo dentro de mí estaba gritando: “Estoy aquí. Estoy listo.

Ahora”. Estaba respirando profunda y tranquilamente, y estaba

seguro de lo que estaba a punto de suceder, aunque no tenía

ningún sentido. Miró a su alrededor en el mar de las cabezas

durante mucho tiempo, como si buscara. Sabía que me estaba

buscando. ¿O tal vez fue mi certeza lo que lo llamó? Me miró y

asintió. Todo se deshizo como en un sueño. Sólo sé que estaba

tranquilo, como si me estuviera mirando desde afuera. No había

nadie aparte de nosotros, y entré para morir o matar.

Normalmente, estando en el medio con él como uke, todos

alardeamos a los otros, en mayor o menor medida. Posteriormente,

durante mucho tiempo seguí pensando en lo que estaba sintiendo

en ese entonces. Aparte de una disposición absoluta, también había

una tremenda indiferencia. Hice kiri-otoshi cuatro veces,

golpeándolo en sus manos con mucha fuerza y precisión. Sentí

calma y fuerza, pero no permití que me superara. Yo era totalmente

indiferente a si me golpeó o yo le pegué. La forma era estable y bien

ejecutada. No había ningún sentimiento de culpa, miedo o

excitación en él. Viví un momento de verdadera armonía. Una

pincelada a través de la verdad, y estaba siendo impactado por ella.

Esa noche, durante la cena oficial para los profesores, Sensei Chiba

se levantó y, con su vaso en una mano, se presentó a todos. Entre

su dedo índice y su pulgar había un moretón masivo. Me señaló y

me dijo:

"Hoy me cortó cuatro veces exactamente en el mismo lugar. Muy

bien."

Había orgullo en los ojos de Chiba. No tiene lógica. Este tipo de

experiencia excede la moral y la racionalización. La realidad de la

relación con el maestro trasciende la sobre intelectualización. No

tengo muchas experiencias como ésta. Destacan de cientos de

entrenamientos con Sensei. Pasarán años antes de que entienda su

significado, si hay una oportunidad de entenderlo en absoluto




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