El Reino del Polvo
"Cuando hablo de victoria, hablo acerca de la victoria sobre nues-
tra mente. Una mente calmada y abierta es una meta a la cual
siempre deberías aspirar."
O Sensei Morihei Ueshiba
En esta entrada y en las siguientes voy a ir poniendo extractos de un libro sobre Aikido que recientemente ha llegado a mis manos y que me está resultando fascinante. Escrito por el Sensei Piotr Masztalerz, un Sensei de Aikido de Polonia y que tuvo el gran coraje de atreverse a ser uno de los Uchi Deshi del Sensei Kazuo Chiba.
Nuestros ojos se encontraron por primera vez: ¡fue un momento
que nunca olvidaré! No sabía qué hacer así que hice una reve-
rencia tan profunda como pude. O´Sensei me dijo: “Las artes
marciales son muy difíciles. ¿Puedes hacerlo? Yo dije: “si Sen-
sei”.
T.K. Chiba
El estudiante escoge a su profesor, no el profesor al estudiante. Así
es. Eres un Sensei o no eres un Sensei. Si lo quieres o no. Para la
mayoría de mis estudiantes no soy un profesor, sólo soy un instruc-
tor pagado.
El Aikido, para mí, era un refugio protegiéndome del
estrés y las pesadillas que me trajo la vida. Pero aquí nos situába-
mos en el tatami como un pedazo de carne sangrante. por primera
vez vi a un profesor gritándole a un estudiante. Por primera vez
alguien trataba de arrancarme el brazo y golpearme con él. En vez
de vadear majestuosamente en una hermosa corriente rodeado por
otros unicornios mágicos, estaba en una jaula con una manada de
hambrientas hienas sarnosas a las que se les había tirado un peda-
zo de carne. Yo era ese pedazo de carne.
No me gustaba nada de lo que veía. El movimiento era áspero y
preciso, el ukemi era ruidoso, la gente era sádica. Por sobre todo,
no me gustaba el no saber nada y, con cada movimiento, cada téc-
nica, esto se volvía más evidente, y no tenía la habilidad para ocul-
tarlo. No podía realizar la caída después de recibir sus técnicas y
posteriormente no podía soportar el dolor que estas causaban.
Todo es posible si lo quieres. El dinero no es importante a menos
que sea importante para ti; si lo es, sólo ahí las imposibilidades
emergen.
La pasión esta medida por el precio que estás dispuesto a pagar por
ella
El fuego real es sentido por gente con pasión, y son los únicos que
valen la pena trabajar con ellos. Yo era pobre y estaba hambriento
en el otro lado del mundo. Pero siempre había alguien que me ayu-
dara porque sentían el fuego honesto dentro de mí. Ahora soy yo
quien paga por el entrenamiento de mis uchideshi
Para la mayoría el Aikido es un lindo hobby, una interesante forma
de pasar el tiempo. Él era un apóstol y un loco, y nosotros
estábamos jugando con eso mientras él sacrificaba su vida. Como
un niño que juega con la pistola de su insurgente padre. En otro
tiempo y lugar, lo más probable es que se parara con un hacha, en
la línea del frente del ejército, o fuera un piloto kamikaze41 o un
terrorista suicida. ¿O quizás estoy en un error, y podría haber sido
un monje? El Aikido fue lo que lo definió. Fue apartado de Japón,
sin embargo, lo llevó a todas partes del mundo con él. De esta
manera, después de miles de años tenía más del viejo Japón dentro
de él que lo que le quedaba en su tierra natal. Arrancado del campo
de batalla 300 años atrás, esta era la forma en que hablábamos
sobre él. El arte por el que sacrificó su vida no era su máscara, era
solo él
Así era su vida: complete, natural, honesta y orgánica. Él vivía con
fascinación e ira. Con mucha paciencia y ataques de rabia. Para
nosotros era el dios del Aikido. Un dios preocupado que acepta el
trabajo duro en silencio sin elogios y, por las faltas nos castigaba
con rabia divina. Rompió huesos, gritó y golpeó.
Era un hombre vivo, sin máscaras. Una leyenda, uno de los pocos
estudiantes vivos de Ueshiba. Después de años pasados con el
fundador, sabía lo que estaba haciendo, y nadie podía desafiar esto.
Dentro de él tenía una verdad última que todos tuvieron que
aceptar. Lo que estaba haciendo era hermoso, terrorífico y
verdadero. Alrededor de su núcleo, como alrededor del ojo de un
ciclón: manos rotas en círculos, cirugías de rodilla, moretones,
dolor, estrés, miedo y un mar de sudor. Chiba fue honesto y abierto
con cualquiera. Cualquiera podía entrar al interior si lograba
enfrentarse a lo que sucedía fuera
El uchideshi vive en el Dojo, el abre en las mañanas y cierra por las
tardes. Él limpia, hace mantenciones y arreglos; es responsable del
Dojo. Toma parte en cada una de las clases. Está constantemente
cansado, somnoliento y hambriento. Él congela su vida, no tiene
una relación, no trabaja, no estudia. El Dojo, para él es una mezcla
de monasterio y prisión donde se apunta por sí mismo.
Usualmente viaja desde muy lejos. Los uchideshi viajan de
distintos países, y hablan diferentes lenguajes. Como Rob Cole, el
héroe de El Médico, un libro de N. Gordon, quien tuvo que viajar
por todo el mundo descubierto en ese entonces para seguir su
verdadera vocación. Muchos uchideshi tienen que aprender un
lenguaje extranjero, vender la mayoría de sus pertenencias y
emprender el viaje de su vida. Como el salmón contra la corriente:
en nombre de la existencia y la muerte. La importancia de este
mensaje se condensa en un símbolo, la mano impresa de Chiba
Sensei, un sello colgado en cada Dojo controlado por él.
Este modelo es, por supuesto, entrelazado con la relación entre
padre e hijo y este aspecto no puede ser ignorado. Un maestro
como sustituto de un padre es la fuerza vinculante.
La verdad última de ser uchideshi nace de la elección inicial. Esta
necesidad no prospera en todos los suelos. Un adolescente que
mastica la pulpa de la televisión, para quien sus padres son una
aspiradora en su habitación, no es apto para ello y no estaría de
acuerdo. Este es un programa para aquellos que están aplastados,
agotados, insatisfechos con la vida.
Deja todo y sígueme; ven conmigo. Vive en el polvo, en el dolor, el
agotamiento, sin dormir y el descontento constante contigo mismo.
Verás puertas; te las mostraré; los atravesarás si encuentras la
fuerza dentro de ti. Si lo logras, nada volverá a ser igual. No mejor,
sino diferente, más profundo, verdadero
Todas estas pequeñas anotaciones son perlas de sabiduría que me recuerdan a aquellos tiempos donde el ímpetu por entrenar lo acaparaba todo, lecciones que aprendí en su día y que con el paso del tiempo he permitido que se vayan olvidando. Un gran libro para darte un atemi en las narices y recordarte que nunca debes bajar la guardia.
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