Presionar a Uke

 



“Pensé… un practicante de Budo debería ser capaz de responder bajo cualquier circunstancia, sea usando una espada contra una espada o lo que fuera”,


Kazuo Chiba Sensei


Presión, acción de apretar o comprimir, acoso continuado que se ejerce sobre el adversario para impedir su reacción y lograr su derrota. Estas son dos definiciones de presión y justamente la última es la que nos lleva a la entrada de hoy. A menudo observamos un trabajo de Aikido excesivamente relajado, donde los practicantes parecen que estén más desarrollando una coreografía que un estudio serio y riguroso de la técnica. La relajación que buscamos en Aikido no está exenta de presión, hay que presionar a Uke desde el primer instante, desde el primer momento en que toma la decisión de atacarnos. En Iaido a esta presión, a esta amenaza sobre Uke la llamamos Seme, y es uno de los conceptos que se pueden, y en mi opinión se deben, extrapolar a nuestra práctica de Aikido.


Presionar al otro es un trabajo no exento de gasto de energía, nos cansaremos más entrenando con esta presión, pero con el tiempo nuestro trabajo en Aikido mejorará, estará más lleno, tendrá menos vacíos, y entonces podremos empezar a entender algo de esa relajación que tanto buscamos pero que no llegamos a entender. 



Dicen que los diamantes se crean bajo presión, el carbono al sufrir la presión termina convirtiéndose en una piedra preciosa y de un valor altísimo según la dureza del mismo. O Sensei y otros grandes Maestros del Aikido hacían referencia a la estrecha relación que guarda la práctica de Aikido con la Naturaleza, y en la Naturaleza, este buenismo imperante y mal entendido en que vivimos no sucede. La Naturaleza se rige por unos códigos ajenos a los que hemos creado, pero sus leyes son inmutables, y estamos sujetos a ellas queramos o no.  Para conseguir comida, para conseguir refugio, para conseguir agua, para proteger a la manada del depredador que la acecha hay que luchar. El buenismo no impedirá que un tigre hambriento cace a su presa, ya que si no lo hace, morirá de hambre y puede que también su descendencia que dependa de él en ese momento.


En Aikido no hay competición, no hay combate, no hay algo que marque físicamente quién está mejor preparado, quién es más apto para luchar. Y eso puede ser uno de los motivos por los que asistimos a trabajos que sólo de verlos dan vergüenza ajena, y lo peor es que aquellos que lo realizan creen tener una efectividad letal en un combate. 



El Aikido que aprendí, el Aikido que sigo aprendiendo, el Aikido que sigo practicando se basa en esa presión. Los Egos desaparecen ante la realidad de un ataque bien ejecutado y con la intención de golpear a Tori. No se vacila ni se retiene para que  a Tori le salga la técnica. En trabajo con principiantes es algo normal estas actitudes, pero cuando trabajas con gente de tu nivel o mayor, las concesiones desaparecen y aparece el auténtico sentido de la práctica, resolver un conflicto, una acción violenta, de la manera menos lesiva para Uke, pero sin dejar de ser contundentes.


Uke entiende esto y por eso su mejor opción es realizar un buen ataque, no detenerse e intentar buscar una salida a través del Ukemi. No hay competición, sólo la repetición de  técnicas, pero cada una de ellas ha de ser ejecutada con la máxima intensidad.  Las técnicas son un pequeño combate pactado, pero no están exentas de presión.




Presión, esfuerzo, intensidad y todo para derrotarnos a nosotros mismos, para dejar atrás los espejismos del Ego y entender que a fin de cuentas esto va de que no te peguen, de que puedas reducir a tu adversario sin causarle mucho daño...si es posible.





Félix

Comentarios

Entradas populares de este blog

Detrás de las apariencias

Lucha eterna

Bill Finger