Hoplita

 






"Un deportista tiene su carrera. Cuando tiene 30 años el tiempo de
trabajo duro, dieta extrema y dolor muscular constante termina.
Puede convertirse en entrenador, alejarse del deporte o jugar en
actividades de ocio. Yo podré hacerlo al final de mi vida. En
nuestra industria no hay jubilación. Por las mañanas, cuando tenga
setenta u ochenta años, tomaré un conjunto de dentaduras postizas
baratas de un vaso y voy a ir al tatami a las seis de la mañana.
Posiblemente tendría que levantarme mucho antes para tratar de
orinar. Estoy condenado a estar a la vista de los jóvenes para ver
debilidad en mí."


Sensei Piotr Masztalerz



Después de veintisiete días seguidos trabajando, ayer tuve un día de descanso que dediqué para perderme junto a mi amada esposa en la Naturaleza tan cercana que tenemos cerca de esta hermosa ciudad que es Castelló de la Plana. Cogimos la autocaravana y nos fuimos a Villahermosa del Río, un pequeño pueblo enclavado en las montañas circundantes a nuestro pico más alto, el Peñagolosa. Normalmente desde Castelló ves el Peñagolosa desde una perspectiva, pero al subir a Villahermosa puedes observar el pico desde otra perspectiva, una menos vista para mí, pero que esconde un frondoso pinar lleno de una belleza que te deja sin palabras. Realmente lo único que puedes hacer mientras paseas por el pinar es escuchar el canto de los pájaros, el sonido del viento entre los pinos y el siempre relajante y familiar sonido del agua del río. 

Andamos por el pinar desde Villahermosa hasta la cascada del río Carbo, una cascada humilde pero no exenta de belleza, que tiene como regalo para el visitante una poza de agua cristalina que invita al baño, hasta que la tocas y compruebas lo fría que está. Aún así y haciendo gala del carácter español, al llegar a la cascada habían un par de jóvenes que se habían bañado, y yo pensé, ¡Qué cojones!¡Yo también! La experiencia fue increíble....jamás había sentido un dolor tan  intenso en todo el cuerpo al mismo tiempo, y como el primer chapuzón duró poco, poquísimo, mientras me recuperaba pensé, ¡ Hostia, que no me he mojado la cabeza! Y de nuevo al agua, a sumergirme en su abrazo gélido. Al salir noté como si todo mi cuerpo estuviera siendo apretado al mismo tiempo, mientras que un tono rojizo decoraba mi piel, pero no por el calor, sino por el frío.




No llevaba toalla ni bañador, me bañé en calzoncillos de Batman, pero afortunadamente hacía calor y me sequé al Sol mientras realizaba ejercicios de respiración de Aikido para calentar el cuerpo. Realizando las respiraciones recordé la palabra misogi, los ritos de purificación que hacía O Sensei bajo las cascadas de agua helada e imaginé que habría sentido O Sensei después de una experiencia tan gélida. 


Enfrentarte a una situación donde el pensamiento se apaga, donde la acción que ejerce el agua fría apaga tu mente y sólo quieres salir de allí, donde lo más que puedes proferir son gritos de ¡Hostia!¡Joder!¡Qué fría está coño! me hicieron plantearme en el camino de vuelta a Villahermosa si todas estas prácticas de misogi que realizaba el Fundador está mucho más relacionadas con la práctica de Aikido de lo creemos saber. 


En mis principios de Aikido leía sobre estas prácticas e intentaba entender el nexo de unión con el entrenamiento en el Dojo, pero siempre desde una posición cómoda, leyendo en el sofá y duchándome con agua caliente. Con el paso de los años y gracias a mi mujer, las frecuentes visitas a la Naturaleza me han hecho atreverme a ir más allá, y poco a poco, intento poner mi cuerpo en situaciones más incómodas como el ducharme con agua fría por la mañana, y caminar una media de siete kilómetros sino más por la montaña en mi día de descanso.




Pero no con el objetivo de ser un Sensei ni nada por el estilo. Pasado el medio siglo de edad y habiendo luchado conmigo mismo durante décadas, atrás he dejado las pretensiones de ser alguien en este mundo del Aikido. Ahora y tras muchos cabezazos contra la pared busco lo mismo que buscaba en mis primeros años de práctica...entender de qué va esto del Aikido, intentar entender algo de lo que O Sensei dejó en sus enseñanzas. Sigo siendo un alcornoque pero lo que he descubierto es que volver a pasear entre los árboles como hacía con mi padre en la adolescencia me reconforta y me da ánimos para seguir avanzando en la práctica de Aikido, en mi lucha contra mi mismo.



"De aquellos tiempos llegaron estos" fue una de las frases que escuché mientras hacía cola esperando a que abrieran la panadería del pueblo. Estar en la cola esperando, tener la oportunidad de hablar con la gente mayor del pueblo, me permitió volver por unos instantes a mi niñez, donde en el pueblo acompañaba a mi padre a comprar el pan y mi padre saludaba y hablaba con todo el mundo. Los ecos de una época pasada, de una época donde no había tanta conectividad, de una época donde no había tanta información y el pensamiento mágico era más palpable.





No dejo de pensar en qué pensarían aquellos hombres con los que hablé en la cola del pan sobre nuestras caminatas por las montañas. En su tiempo ellos recorrieron esas montañas para ir a trabajar, para poder llevar algo de dinero en un país que no era rico, donde se pasaba hambre y necesidad, donde siendo niños iban a trabajar en el campo para ayudar a la economía familiar. Todas esas sendas por las montañas buscando sustento para la familia se han convertido en un espacio recreativo donde paseamos la gente de hoy en busca de algo que hemos perdido y que, al menos, cuando paseamos entre las montañas, entre sus bosques, encontramos algo de relativa paz y tranquilidad. 


En el pueblo se vive a otro ritmo, la urgencia de la ciudad desaparece ante el hecho de tener que caminar por las calles estrechas y empinadas. Tal vez, sólo tal vez, aquí resida la necesidad de que existan pueblos como Villahermosa del Río. En un mundo hiperconectado viajamos hasta aquí para poder...desconectar.





Estos son nuestros tiempos, unos tiempos donde el esfuerzo de las generaciones pasadas se está borrando, donde poco a poco vamos volviendo a un sistema feudal donde hay unos pocos privilegiados y un montón de pobres. Puede que haya llegado la hora de empezar a valorar el esfuerzo de las generaciones anteriores y ante toda esta chusma de gente que no ha trabajado en su vida pero que, como parásitos, viven del esfuerzo de los demás, empecemos a tomar medidas. 


A finales del siglo VIII a.C. los hoplitas griegos, los guerreros que luchaban y defendían Grecia se rebelaron contra la clase dominante de entonces, los caballeros, Hippeis en griego. No hay nada nuevo bajo el Sol, y la Historia tiene la costumbre de repetirse cada cierto tiempo. ¿Ha llegado el momento de ser un hoplita?¿Ha llegado el momento de decir ¡Basta!?¿Estamos preparados para una rebelión contra la casta?¿Cuánta más cantidad de mierda, de mentiras, de que nos tomen por gilipollas estamos dispuestos a tragar?


Un fuerte abrazo,







Félix

Comentarios

Entradas populares de este blog

Aprehendiendo...

Imagina

Cuando seas mayor....comerás huevos