The Big Fat Kill

 



"Hasta la última.

No por venganza,

no porque se lo merezcan, 

no porque el mundo será mucho mejor.

No hay nada justiciero o noble en esto.

Hemos de matarlos porque necesitamos que estén muertos."


Dwight de Sin City


Una mañana llena de reflexiones y de descubrimientos. El mayor de todos es saber que aunque intentes ignorar a la mierda, la mierda se niega a olvidarte de ti. A pesar de tus buenas intenciones de dejar correr las cosas y seguir hacia delante, la mierda intenta arrastrarte a su reino, a sus dominios, quiere que vuelvas a sentirte desgraciado, quiere que estés enfadado, quiere que estés desesperado, alienado, alejado de todo y de todos, porque sabe que en ese estado eres presa fácil y puede jugar contigo, deleitarse con tu sufrimiento, que es a fin de cuentas el que la alimenta. Sin tu Ira, sin tu Tristeza, sin tu falta de Fé, todo su mundo se viene abajo, su propósito se desvanece, su reino de Oscuridad se evapora ante la presencia de la Luz que habita dentro de ti, dentro de cada uno de nosotros. 


Puedes llegar a sentir lástima por él o ella, puedes llegar a compadecerte, ¡No lo hagas! Para las personas que han ido más allá de los límites, para las personas que sólo saben ver al resto de sus semejantes como meros utensilios para satisfacer sus necesidades, la salvación que existe es algo que desconozco, pero lo que sí que conozco es que apiadarse de ellas no sirve de nada, ni siquiera para ti. El perdón que tanto imploran algunos Iluminados es más para los malos que para las víctimas. El daño que te han provocado no desaparecerá jamás, ni con mil perdones, siempre estará ahí dentro de ti, esperando su momento de volver a mostrarte que no hay vuelta atrás, que las cosas no pueden volver a como eran antes del daño. Tu cerebro no olvida, sobre todo las cosas malas...¡No puede!



¡Cuidado con lo que te metes en la cabeza!¡Cuidado con lo que escuchas! Algunas lecciones mal entendidas, mal interpretadas pueden ser el caldo de cultivo perfecto para crear un ejército de esclavos y esclavas sonrientes, no felices, que se conforman con el día a día a pesar de tener cada vez menos Libertad. 


Como en la práctica de Aikido, las técnicas que aprendemos van cambiando su interpretación conforme nuestro grado de maduración progresa, conforme aprendemos más entendemos algo mejor qué cojones estamos haciendo. Creo que lo mismo sucede con el resto de las cosas que aprendemos en la Vida. No hay soluciones generales para todos y todas, no existen. Puede haber un marco común de actuación pero eso no significa que pueda ser aplicado a todos por igual y que obtenga siempre buenos resultados.



 

Mi experiencia como instructor ayudando a algunos compañeros a conseguir los grados de Shodan, Nidan y Sandan me ha enseñado que no puedes explicar la misma técnica de manera igual a dos personas. Cada uno venimos de donde venimos, percibimos las cosas a nuestra manera, lo que significa que lo que para uno puede ser fácil de entender a otro le va resultar no tan fácil. A mi torpe manera, y a modo de errar en innumerables ocasiones, he podido ayudar a mis compañeros en una parte del Camino, pero después de la Pandemia todo eso quedó atrás, una bonita etapa que por mucho que quiera no volverá, aunque la eche mucho de menos. 


Cuatro años después de la pandemia y tras haber estado yendo a entrenar solo durante un año y medio, vuelvo a tener la oportunidad de seguir ayudando a otros compañeros en estos devenires del Aikido. De la Pandemia me quedo con la parte positiva que significó volver a entrenar con mi Sensei, y cuatro años después sigo asistiendo como alumno a sus clases, lo que me ha venido muy bien para volver a recuperar parte de esa esencia que por cabezonería perdí al dejar de asistir a sus clases. Que siempre me haya dejado la puerta abierta, que siempre me haya ofrecido su mano es algo que para mí es más importante que todos los danes y reconocimientos que pueda obtener dentro del Aikido. 


Lo mismo para el Sifú Rafael Julián, capaz de soportarme todos estos años y animándome a no perder la Esperanza. Estas acciones valen más que cualquier otro reto que cada uno persiga dentro de este mundo marcial.



¿Qué he aprendido de todo esto? Pues algo sencillo pero difícil de aplicar en estos tiempos atomizados por el smart phone, las redes sociales, la telebasura y la maldita EmoCracia...la importancia de ser una buena persona, la importancia más de las acciones que de las buenas palabras, la importancia de tratar a todo el mundo con respeto. Algo que debería ser inherente a nuestra condición como especie, como Familia que somos los seres humanos, pero que obviamos y olvidamos en pos de un bien material y perecedero...un poco triste, ¿no?


Y aún así sigo alzando la vista al Cielo, sigo mirando las estrellas y recuerdo los buenos momentos pasados junto a mi abuelo materno explicándome las constelaciones, la Vía Láctea, los planetas...maravillándome ante la grandiosidad del Universo y de seguir vivo.



Un abrazote,



Félix

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